Editorial — 30 de septiembre de 2018 at 22:00

Deporte con valores

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Cabe pensar que prácticamente todas las actividades humanas tienen relación con lo que hemos dado en llamar «valores», entendidos como principios rectores de las conductas con vistas a desarrollar las mejores cualidades de los individuos y las sociedades. Sin embargo, son los grandes olvidados, pues el utilitarismo materialista que todo lo contamina suele dar prioridad a los «contravalores», es decir, lo que coloca a los individuos y las sociedades en dirección opuesta: solo se piensa en el lucro, en los premios, en las rivalidades.

Quizá el deporte es uno de los ámbitos más castigados por ese fenómeno de inversión de valores, especialmente en cuanto se ha convertido en espectáculo, aceptando no solo las reglas y normas que marcan sus reglamentos, que fueron ideados en otros contextos, sino las de los mercados, insensibles para con las cuestiones éticas. Sus héroes ya no lo son por sus hazañas ejemplares, sino por el dinero que mueven. Y si los valores salen a relucir, es de manera secundaria, como para generar buena imagen que solape los verdaderos objetivos.

Por eso, hemos decidido respaldar la iniciativa de la Escuela del Deporte con Corazón de promover una práctica del deporte basada en la mejora de las personas y las sociedades, como si de una escuela de vida se tratase. Su figura inspiradora es el barón de Coubertin, que ideó las Olimpiadas de la época moderna, rescatando el viejo espíritu del mundo clásico, y lo hemos acogido en nuestras páginas. El deporte como vía para la convivencia entre seres humanos más allá de todas esas diferencias que nos separan y enfrenta es el ideal que persiguen estos deportistas con corazón. Un buen ejemplo digno de ser imitado.

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