Historia — 14 de noviembre de 2007 at 18:31

La teja de barro

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fondo_de_la_historia.jpgEn Croacia hay un río sagrado. Nunca supe su nombre. Sólo supe, porque me lo contaron los que en su fondo conmigo yacían, que desde hace miles de años los pueblos de la región arrojaban ofrendas a sus aguas.

Muchos, muchos siglos después un niño encontró monedas de plata antiquísimas incrustadas en el barro y se las llevó a su padre. Es la vieja historia de los descubrimientos. Después, unos hombres se sumergieron y de su fondo extrajeron espadas, copas, anillos. Objetos con lo que otros hombres imploraron la protección de dioses hace mucho tiempo olvidados.
También me sacaron a mí. Pero no tengo tantos siglos, perdonadme esta coquetería femenina. Yo soy del siglo XVI. Y soy una teja de barro cocido de una casa señorial. Una vez terminada, a mí, en lugar de colocarme con otras hermanas en el remate del tejado, me arrojaron también al río, como manda la tradición, para implorar protección para los moradores de la casa.
Procuré ahuecar mi falda-teja y me dejé hundir en las aguas, tan frías y tan acogedoras. En aquellos momentos reconozco que me sentí dolida, incluso lloré, mezclando mis lágrimas con las gotas incontables que me rodeaban: hubiera querido estar con mis compañeras, al viento y al sol, viendo los árboles, oliendo los perfumes, perdiendo la mirada en el horizonte.

En lugar de ello, me hundí en el frío y las tinieblas, y en el abrazo viscoso del barro.

Durante 400 años.

Ahora veo de nuevo la luz. La gente. Y estoy seca. Quisiera, si pudiese hacerme entender, explicar, a los que me contemplan tras unos cristales, lo sabios que fueron los que nos pusieron a nosotras, las damas, coronando el hogar.
A nosotras, las mujeres.

Porque no hay hogar sin nosotras. Casa sí, Hogar no. Sólo nosotras lo sabemos guardar, cuidar. Encender su fuego y mantenerlo, y agrupar en torno a él a nuestros hijos, y hacer que sea acogedor para nuestros hombres.

Una casa coronada por mujeres. No por seres mitológicos, ni por genios, ni por exuberancias vegetales, sino por nosotras. Como es la realidad. A veces conviene dejar las fantasías y plasmar las realidades.Enfrente de mi cristal hay un gran ventanal. Por él puedo ver otras casas, las de vuestro siglo, que no sé si son hogares, palacios; no los había visto nunca. No tienen hermosos remates en sus tejados. Son lisos, rectos. No parecen necesitar tejas.

¿Es porque vuestros hogares ya no necesitan protección?

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