Culturas — 2 de septiembre de 2009 at 20:41

Dionisos: el entusiasmo y la eterna juventud

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El mundo de los dioses

Cuando nos acercamos a la civilización griega la nuestra tiene una contradicción; admiramos las grandes obras de los griegos, su arquitectura, su escultura, su poesía, sus tragedias, sus dramas y comedias, su filosofía, su ciencia y su política. Somos conscientes de que son los fundadores del espíritu europeo, que desde tantas generaciones y gracias a la helenización que sufrieron los romanos y a través de renacimientos más o menos pronunciados vuelven a inspirarnos.

Pensamos que, a su manera, han creado numerosas obras ejemplares, insuperables y válidas para todos los tiempos cuyos contenidos profundamente humanos superan la prueba del tiempo. Homero, Pindaro, Esquilo, Sófocles, Fidias, Praxíteles, Euclides, Arquímedes, Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Salón, por sólo mencionar a algunos, son seres humanos que tienen un gran prestigio.

Leemos a Platón o a Homero como si hubiesen escrito para nosotros, emocionados contemplamos las estatuas y los templos de los dioses griegos, conmovidos seguimos el grandioso acontecer de la tragedia griega. Pero en cambio los dioses griegos, -de cuya existencia nos hablan estatuas y santuarios, los dioses cuyo espíritu vibra en toda la poesía de Homero, los dioses glorificados en las tragedias de Esquilo y de Sófocles, que ponían norma y meta a la existencia humana- los hemos olvidado. Es como si no tuvieran importancia. Decimos que son producto de mentes infantiles, prelógicas, las mismas mentes que crearon grandes obras artísticas y filosóficas que hoy nos siguen alimentando.

¿Dónde está el error, en ellos o en nosotros? ¿No será más conecto pensar que las obras imperecederas del mundo griego jamás lo hubieran sido sin sus dioses? ¿No es acaso el espíritu de sus dioses lo que despertó esas fuerzas creadoras cuyas obras después de milenios nos elevan el corazón y nos llenan de sentimientos de admiración? ¿Cómo puede ser que sus dioses no nos importen y no nos esforcemos por acercamos a ellos como al resto de las expresiones de esta singular civilización?

¿Por qué mitos?

Para todo el mundo clásico, para todas las grandes civilizaciones que hoy llamaríamos paganas, los dioses no eran inventos humanos ante el miedo a la muerte o a las fuerzas de la naturaleza, sino que eran realidades vivas, potencias naturales que existían independientemente de los seres humanos. Realidades como la armonía y la unidad que llamaron Apolo, realidades como las leyes y la justicia que llamaron Zeus, como la belleza y el amor que llamaron Afrodita, como la inteligencia y la sabiduría que llamaron Atenea. Todas estas realidades ocuparon el centro de su civilización y de sus vidas, y como estas realidades eran trascendentes y grandes, parece ser que sus vidas y obras, ya sean artísticas, filosóficas, científicas o heroicas, también lo fueron.

El mito de Dionisos

Y, por qué mitos. nos preguntamos. ¿Por qué utilizaban mitos para hablar de sus dioses? Porque los mitos están llenos de símbolos y los símbolos son realidades a medio camino entre el mundo de los arquetipos, de las realidades esenciales, de las Ideas, como lo llamaba Platón, de las leyes matemáticas, de lo que perdura más allá de los cambios y nuestro propio mundo. Los mitos son el lenguaje primordial que a través de imágenes y metáforas expresa la emoción trente a las grandes formas de la realidad universal. La única forma de acercamos a los mitos ya las verdades que contienen es dejando de lado las ideas preconcebidas y que tratemos de elevamos a su altura para poder escuchar su propio lenguaje.

El dios niño

En la ciudad griega de Tebas vivía la princesa Semele, hija del rey Cadmo y de la reina Armonía. Tan grande era su belleza que pronto fue objeto de la atención de Zeus. El dios acudía a visitarla al palacio de su padre disfrazado de mortal, hasta que un día la joven cedió ante una insinuación de Hera (la celosa esposa de Zeus), que disfrazada de la nodriza de la joven doncella, sembró la duda de si quien la visitaba era realmente Zeus o si era un impostor que se había aprovechado de su inocencia.

De modo que en su siguiente encuentro la joven Semele rogó al dios que se le mostrara en su olímpica majestad. Zeus accedió con mucho pesar ante la obstinación de la joven, consciente de que no podría soportar su divino resplandor. Fue así cómo la joven princesa pereció consumida por las llamas de Zeus, el señor del rayo.

Dionisos, que estaba en el seno de la joven, hubiera perecido también si una tupida hiedra fresca y húmeda con que lo envolvió Gea, diosa de la Tierra, no se hubiese enrollado milagrosamente en las columnas de palacio, interponiendo su verde pantalla entre el niño dios y el resplandor.

Zeus recogió a Dionisos niño, para el que no había llegado el momento de nacer y lo encerró en su muslo. Cuando el plazo se cumplió extrajo a la criatura. Este doble nacimiento le valió a Dionisos el epíteto de ditirambo, el dos veces nacido.

Entonces Zeus confió su hijo a Ino, hermana de la princesa muerta, que residía en Orcómeno con su esposo Atamante. Pero la diosa Hera no había desistido de su deseo de venganza, por lo que trató de enloquecer a los tíos del niño dios. Zeus consiguió salvar por segunda vez a su hijo transformándolo en cabrito y entregándolo al dios mensajero Hermes para que lo confiara en custodia a las ninfas de Nisa, una región montañosa mítica que no se corresponde con ninguna región griega conocida.

Dionisos, el niño dios, pasó su infancia en esta maravillosa región al cuidado de las ninfas. Las musas, las ménades, los sátiros y los silenos también contribuyeron a la educación de Dionisos. Con una corona de hiedra sobre sus sienes, el joven corría por montes y bosques en compañía de las ninfas, y las montañas le devolvían los ecos de sus risas y gritos.

Viajes y aventuras

Cuando fue mayor descubrió la vid y el arte de obtener el vino. Cuenta el mito que al principio bebió sin moderación, por lo que Hera aprovechó para llevarlo a un estado de locura divina del que sólo se recuperó al consultar al oráculo dedicado a su padre Zeus en el templo de Dodona.

Dionisos empezó entonces una serie de largos viajes, que lo llevaron desde Grecia hasta la India y otra vez de vuelta a Grecia, en su carro tirado por panteras y adornado por hiedra y vid, acompañado por los silenos, las bacantes y los sátiros, para enseñar a los seres humanos los misterios de su culto y los beneficios del vino.

En su largo recorrido protagonizó aventuras de gran belleza, como aquella en la que un día, cuando el dios paseaba por la orilla del mar, fue raptado por unos piratas que se lo llevaron cautivo en su navío. Creían que se trataba de un príncipe y esperaban obtener un buen rescate por él. En vano se esforzaban por atarlo con pesadas cadenas, éstas se soltaban y caían por sí mismas. Entonces se produjeron unos hechos prodigiosos: a lo largo del sombrío barco empezó a correr un vino delicioso y perfumado y una vid trepó por la vela abrazándola con sus hojas. Mientras que en tomo al mástil se adhería una oscura hiedra, los remos se convirtieron en serpientes y resonaron flautas invisibles. Ante tales prodigios, los aterrados piratas se tiraron al mar quedando transformados en delfines. Desde entonces, según la leyenda, los delfines son amigos de los hombres y se esfuerzan por salvarlos en los naufragios, puesto que serían aquellos piratas arrepentidos.

En otros episodios de sus viajes se nos narran las dificultades con las que este dios se encontraba para que sus ritos y fiestas fueran aceptadas por las gentes. El rey Penteo de Tebas se opuso a ritos tan ajenos a las costumbres e intentó encarcelar al dios y a sus sacerdotisas, las bacantes. Fue castigado por ello así como su madre Ágave que, en pleno delirio místico, desgarró con sus propias manos a su hijo y rey de Tebas, Penteo, en el monte Citerión.

Después de su regreso a Grecia, tras todas estas luchas para ser reconocido entre los mortales y para implantar su culto entre los humanos, el dios pudo ascender al Olimpo, terminada ya su misión. Pero antes descendió al Hades, (lugar donde según la tradición griega residían las almas de los muertos) en busca de su madre, Semele, para llevarla también junto a él a la compañía de los dioses inmortales.

La Vida en estado puro

¿A qué realidades trascendentes de la vida se está refiriendo simbólicamente el mito? El niño dios es hijo de una mortal y de Zeus, el más grande de los dioses. Semele simboliza la tierra madre que es fecundada por el relámpago del dios del cielo, dando nacimiento a Dionisos, cuya esencia se confunde con la vida en estado puro surgida de las entrañas del suelo. Dionisos simboliza el milagro de la vida y de la fuerza vital que recorre el Universo.

De ahí el símbolo de la hiedra que corona la cabeza del dios y que le protege en su nacimiento y en sus aventuras con los piratas. La hiedra, siempre verde más allá de las estaciones, y que no muere nunca tras la maravillosa danza de las transformaciones, en la que las formas se suceden, nacen y mueren, y parecen realidades distintas, pero en el fondo son las diferentes caras de esa vida Una, que es eterna y que las trasciende.

Si la Vida nos sorprende por su fuerza que traspasa los ciclos de la manifestación, también lo hace por su prodigalidad, que es su propiedad fundamental. Todo aquello que está vivo tiende a crecer, a reproducirse. Por ello el atributo del dios es el tirso, una vara con hiedra entrelazada que acaba coronada con una piña de pino cargada de semillas, símbolo de la fecundidad y la abundancia de la vida.

Los griegos: como tantos otros pueblos de la Tierra, abrieron sus ojos y su entendimiento y se maravillaron, igual que lo seguimos haciendo nosotros ante ese misterio de la vida que cuanto más conocemos, más se nos escapa y nos sorprende. Cantaron y bailaron a Dionisos y lo tuvieron como una de las ideas centrales de su civilización porque reconocían en él a ese enigma que nos supera y traspasa que llamamos Vida.

El entusiasmo: fuerza vital en el hombre

¿Qué nos aporta el mito a nivel humano? Si Dionisos simboliza el misterio de la vida en estado puro y la fuerza vital que la recorre, ¿qué es esa vida y esa fuerza vital en el ser humano? ¿Por qué Dionisos tiene que realizar un verdadero periplo por la Tierra para ser reconocido por los seres humanos? ¿Qué significado tienen las dificultades que tiene que superar’? ¿Por qué aquellos personajes que como el rey Penteo se resisten a reconocer y dar cabida al dios acaban despedazados? ¿Por qué los seres humanos que siguen el culto del dios parece que pierden la razón. que se vuelven locos en las fiestas dionisíacas?

Y por otro lado, ¿cómo es que este dios aparentemente tan extraño para el habitual y apolíneo nada en exceso del pueblo griego, fue tan querido y venerado en toda Grecia? ¿Cómo es que un pueblo tan amante de las ideas y de la armonía podía rendirle homenaje cuando parece no tener medida y cuyos cultos y fiestas parecen estar tan alejados de la razón que tanto amaban los griegos?

Dionisos en el hombre es la semilla de lo divino, es la semilla de Zeus en la Tierra, en la Semele de lo humano, es esa maravillosa virtud del Entusiasmo. Su raíz etimológica de origen griego nos recuerda que entusiasmo proviene de en Teas, literalmente dios en nosotros o estar inspirado por la divinidad.

Y aquí todo cobra sentido en el mito porque las razones del dios no son las razones humanas. Si un ser humano está inspirado por el dios, si está entusiasmado, siempre parecerá que es un loco para los otros seres humanos. Ahí el dilema acerca del hidalgo Don Quijote de la Mancha. ¿Cuál es la verdad? ¿Vivió loco y murió cuerdo como les pareció a los que lo conocieron o vivió cuerdo y murió loco? Don Quijote en su locura confundía molinos con gigantes, ¿o es que los gigantes cuando los enfrentamos se convierten en simples molinos como le quiso explicar a su escudero?

El relato filosófico del Bhagavad Cita de la gran epopeya hindú El Mahabarata. en su segunda estancia dice: Lo que para la multitud es luz, es tiniebla para el sabio. Y lo que a la multitud le parece negro como la noche, es luz meridiana para el sabio. También Esquilo, el gran autor de tragedias griegas, decía: Parecer estar loco es el secreto de los sabios.

Platón nos explica en su diálogo Fedro o de la Belleza, en boca de Sócrates, que los antiguos cuando le pusieron nombres a las cosas no consideraron a la locura (manía) como algo vergonzoso ni como algo despreciable siempre que tuviera origen divino. Que es más hermosa la locura que procede de la divinidad que la cordura que tiene su origen en los hombres.

Los divinos locos

Platón nos habla de tres tipos de divinos locos: En primer lugar las profetisas de los oráculos de los templos griegos que por unos instantes eran capaces de ver la historia en marcha y así guiar a los pueblos con pasos certeros. En segundo lugar los artistas, cuya inspiración procedía de las Musas. Y en tercer lugar el amante, el que ama de verdad, se vuelve también loco, entra en unestado de conciencia como en el caso del artista, en el que no existen los límites, en el que las realidades ordinariamente importantes dejan de tener valor excepto aquello que es objeto de su amor.

Aunque un ser humano verdaderamente enamorado roza esa locura dionisíaca, el amor con mayúsculas sería el amor no a un ser humano, sino a la Humanidad en su conjunto, a las grandes ideas, a las grandes leyes de la vida, a las grandes verdades. Platón lo expresa de forma sintética hablando de lo Bello, lo Sabio, lo Bueno, lo Justo. Por eso el amante con mayúsculas es el filósofo, el amante (filo) de la sabiduría (sofos).

Como decía Einstein, ¿qué sería de la Humanidad sin todos los divinos locos que han luchado por esos eternos ideales? Todos los grandes hombres y mujeres de la historia, todos los grandes artistas, científicos, filósofos, místicos y reformadores sociales han sido influidos por ese espíritu dionisíaco, todos han sido poseídos por el dios o por los grandes ideales que representa.

Marie Curie, ya enferma y después de haber perdido a su esposo Pierre, seguía trabajando sin descanso porque tenía un sueño, tenía una gran idea, creía firmemente que la Ciencia tenía que estar alejada de los mezquinos intereses humanos particulares o de Estados y tenía que estar al servicio de la Humanidad. Tras el descubrimiento, junto con su esposo, del Radio, Marie no quiso patentar la máquina de rayos X, no quiso ganar nada con aquel invento que tenía que mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Estaba realmente loca.

Era tal la locura divina de un Sócrates por conocer la verdad, que cuando un discípulo le preguntaba algo que no sabía, podía estar un día de pie hasta dar con la respuesta. Su ejemplo vital ha inspirado el corazón de generaciones.

Siddharta Gautama, el Buda, príncipe del antiguo país de Kapilavastu, dejó atrás todo lo que un ser humano puede desear, dinero, juventud, poder y amor, por encontrar la causa del dolor humano. Estaba loco para la mentalidad común, pero divina locura que ha dejado uno de los mensajes éticos y filosóficos más grandes de la humanidad.

Beethoven ya enfermo, viejo, solo, sin dinero, no podía más que seguir siendo instrumento de aquella fuerza que le influía. Su pequeño mundo personal no significaba nada, simplemente se convirtió en canal de una fuerza que se expresaba a través de él.

De la misma forma todo ser humano sueña con realizar obras que queden para la posteridad independientemente de que su nombre sea recordado o no. Cada vez que un ser humano queda conmovido profundamente por una gran obra de arte, cada vez que un ser humano entiende una realidad profunda y duradera de la vida, está rozando el espíritu de lo dionisíaco.

Este era el sentido profundo de esas danzas y fiestas dionisiacas, rozar lo eterno, lo que perdura a través de los ciclos, para luego volver a sumergirse en lo cotidiano, pero renovados. Por ello Dionisos en una clave es el dios del vino. Por esa capacidad embriagadora del vino que hace salir de lo cotidiano para poder entrar en otro estado de conciencia.

La Eterna Juventud

A Dionisos se le representa como un dios enigmáticamente joven y sonriente y ésta es otra de sus características. Dionisos es símbolo de la eterna juventud: esa capacidad latente de traspasar los cielos de la existencia. Obviamente, no tiene nada que ver con la juventud del cuerpo, sino con la juventud del alma; que más allá de los cambios de la vida, de los problemas, de los altibajos, de las enfermedades, de la vejez física, más allá de todo ello, el alma se mantenga joven, entusiasta.

Por eso, en el mito, cuando Dionisos regresa a Tebas, su abuelo Cadmo, que sí que lo reconoce como dios, danza como un joven en las fiestas en honor a Dionisos a pesar de ser un anciano. Por eso todos los divinos locos de la historia que hemos mencionado, desde una Marie Curie a un Sócrates, podían pasar por encima de los problemas materiales, de las enfermedades, porque vivían rozando el cielo, donde están los más elevados ideales humanos, fuentes de la verdadera juventud.

Hay un elemento simbólico que se repite en el mito: aquellos que inicialmente no siguen al dios, que no lo reconocen, acaban despedazados. La muerte siempre ha sido símbolo de transformación, de pasar de un ciclo de la vida a otro, tiene que morir el niño para que nazca el joven, tiene que morir el joven para que nazca el adulto. De igual forma quien está entusiasmado muere para lo común, muere para lo aparentemente razonable, la pequeña propia vida es cabalgada por la gran vida.

Recordemos que uno de los epítetos del dios era el de ditirambo, el dios dos veces nacido. Así, la muerte, la rotura, el despedazamiento, el fin violento a lo común puede dar paso a una vida superior.

Epílogo

Dionisos es esa inmensa fuerza que llamamos entusiasmo. Es un fuego inmenso vertical, que busca rozar las estrellas, un fuego interior que ilumina y eleva todas nuestras acciones, sentimientos y pensamientos. Al igual que el amor, no puede razonarse completamente, sólo se puede vivir entusiásticamente. En el ser humano es como esa semilla que sueña con crecer y que le hará buscar siempre la luz del Sol.

Dionisos es esa llama interior que busca abrirse camino en la materia con lucha, con esfuerzo, como tuvo que luchar Dionisos a lo largo de toda su vida para ser reconocido como dios entre los seres humanos. A veces las vidas se hacen oscuras, se hacen pequeñas porque se deja morir ese fuego del entusiasmo que todo ser humano tiene latente. Atrevámonos a ser un poco «locos divinos», ser capaces de dar vida a nuestros mejores sueños, y luchar por los eternos ideales que han dejado como huella las más grandes obras humanas sobre la tierra.

2 Comments

  1. Mauricio Zacarías

    Gracias por este articulo, me ha servido bastante para entender mejor las cualidades dionisiacas, y me has inspirado a seguir con juna vida, en búsqueda de la superioridad divina.

    Y como yo llegue aquí por Nietzsche dejare lo que he opino de este dios tan particular:

    Técnicamente Schopenhauer era anti dionisiaco en su filosofía ética, y aun así es irónico por que también es uno de los mejores investigadores de mito dionisiaco, puesto que lo tecnifico de manera vigorosa en su doctrina de la voluntad de vivir, revitalizante inmerso en la existencia, como la hierba de la corona del dios, verde siempre he indiferente a las estaciones, puesto que cosa en sí, no puede ser destruida, superando al raciocino de cada uno de los fenómenos que se van desbancando y sin embargo son uno solo en el fondo, ese misterio que siempre estará a la retante expectativa de los seres humanos, la vida. Dionisio es la vida, la voluntad.

  2. Alejandro Jimémez

    De Nuevo Saludos desde San Cristóbal Venezuela Nueva Acrópolis.

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