Historia — 31 de mayo de 2020 at 22:00

Etana: el rey que voló hasta los cielos

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En el Ashmolean Museum de Oxford hay una curiosa pieza de 4000 años de antigüedad conocida como el «prisma de Weld-Blundell». Fue descubierta en un yacimiento de la antigua ciudad de Nippur por el investigador germano-americano Hermann Hilprecht y, desde la publicación de su contenido en 1906 es, posiblemente, uno de los descubrimientos que más ha dado que hablar a los estudiosos, ya que contiene, escrita en lengua sumeria y caracteres cuneiformes, una detallada lista de los reyes sumerios desde los tiempos anteriores al diluvio hasta los reyes de la dinastía Isin, la última a la que hace referencia, fechada en el siglo XVIII a. C.

Esta no es la única lista de reyes sumerios que existe, pero sí la más competa de todas las que se han descubierto hasta la fecha. Según esta lista, antes del diluvio hubo ocho grandes reyes, algunos de los cuales han pasado a la historia como parte de los relatos míticos sumerios, protagonizando las epopeyas que conforman el rico imaginario sumerio. Uno de esos reyes fue Etana.

El rey, el mito

Para conocer la historia de Etana, rey de Kish, hay que recurrir a fuentes ajenas a las listas reales sumerias. Hasta el momento se han encontrado varias versiones de este mito a través de distintas tablillas encontradas en Susa y Tell Harmal (versión paleobabilónica), Assur (versión de Asiria) y Nínive (versión neoasiria). Se sabe que la historia de este rey es bastante anterior a las tablillas que se han encontrado. De hecho, existen sellos cilíndricos, el más antiguo fechado en el 2300 a. C., donde se representa gráficamente la historia de Etana.

La narración como tal de la vida de Etana se atribuye a Lu-Nanna, un personaje que se pierde, como el mismo rey, en la mitología y simbología sumeria. Según algunas fuentes, Lu-Nanna era un Apkallu o Abgal, que se traduce como «gran hombre pez» o «barquero». Los Apkallu eran, según las tradiciones, espíritus sabios creados por el dios Ea en persona, que actuaban como asesores de los grandes reyes desde los tiempos anteriores al diluvio. El primero de ellos fue Oannes y el último, posiblemente, Lu-Nanna. Después de que el último Apkallu redactara la historia del mítico rey de Kish, el relato se difundió ampliamente por casi toda Mesopotamia.

Prisma Weld Blundell

Lu-Nanna habría vivido después de la inundación bajo el reinado del Shulgi, perteneciente a la tercera dinastía sumeria de Ur (2094-2047 a. C.). Sobre el rey Shulgi hay textos que narran cómo, un día, decidió ir corriendo desde la ciudad de Nippur a la de Ur, separadas por 160 km. Al llegar a Ur se bañó, comió algo, se echó a dormir y, al día siguiente, hizo el mismo trayecto pero en sentido inverso. En total, 320 km. Aunque la fama de Shulgi como gran rey no tiene tanto que ver con aquella carrera como con algunas de las construcciones que mandó edificar. Curiosamente, existen representaciones del rey portando sobre su cabeza materiales de construcción, participando en la edificación como un obrero más.

Volviendo a la lista real sumeria, se sitúa el reinado de Etana sobre los siglos XXIX o XXVII a. C., y se menciona que su reinado duró más de 1500 años. Otras versiones se muestran algo más «realistas» en cuanto a la duración de su mandato, dándole solo 635 años. Etana habría sido uno de los reyes del periodo protodinástico II. La lista sitúa ese periodo y lo describe así: «Después de que el diluvio hubiera terminado, y la realeza hubiera descendido del cielo, la realeza pasó a Kish». De Etana, como rey, se lee en la lista: «Etana de Kish, el pastor, quien ascendió al cielo y consolidó todos los reinos extranjeros». Y es que, aparte de por el mito, Etana sería reconocido como un gran rey, justamente por haber dado estabilidad a las tierras del sur de Mesopotamia, aunándolas bajo la cultura sumeria, sometiendo a vasallaje a las ciudades de Súmer y Elam entre otros.

El águila y la serpiente

Una de las características de los mitos es que recurren a los símbolos para transmitir ideas y realidades de carácter psicológico. De esa manera, aunque el tiempo y la introducción en otras culturas modifiquen la historia, los elementos simbólicos permanecen, aunque se pierdan las claves para interpretarlos en toda su amplitud.

Podemos decir que el mito de Etana se divide en dos partes: la primera, en la que se habla de un conflicto entre una serpiente y un águila, y la segunda, en la que a raíz de lo acaecido anteriormente, el águila ayuda a Etana a encontrar la planta del nacimiento.

En la primera parte, se presenta la historia del águila y la serpiente. Ambas viven en un árbol crecido en el santuario de Adad: el águila en las ramas y la serpiente entre las raíces. Dado que son dos animales tradicionalmente enemistados, el águila propone a la serpiente un pacto de amistad y de ayuda mutua ante Shamash, el dios del Sol. Al inicio, la serpiente se niega, desconfiando del águila, a quien la serpiente advierte: «Un malvado es el que rompe la amistad ante Shamash. Si te comportas de forma malvada, afligirás su corazón, serás una abominación para los dioses y habrías cometido un sacrilegio», tras los cual, ambas sellan el pacto sobre la montaña donde se halla el santuario.

Etana sobre el águila

Durante un tiempo, ambas conviven sin problemas y comparten las presas con las que alimentan a sus respectivas crías. Sin embargo, un día el águila decide devorar a las crías de la serpiente, rompiendo así el pacto sellado ante Shamash. Cuando la serpiente descubre la muerte de sus crías, exige venganza por el sacrilegio.

El dios Shamash escucha la súplica de la serpiente y le cuenta qué hacer para obtener su venganza. Le dice que ha dejado para ella un toro salvaje en el prado: «Abre su interior, rasga su panza, planta tu morada en su vientre. Toda clase de pájaros del cielo descenderán a comer su carne. El águila bajará con ellos. Él no advertirá su desdicha, buscará ansiosamente la parte blanda de la carne, irá de acá para allá, se acercará a la grasa que cubre los intestinos. Cuando penetre en el interior, atrápala tú por sus alas, corta sus alas, sus garras, desplúmala y arrójala a una insondable fosa para que muera con una muerte de hambre y de sed».

Todo sucede como anunció Shamash, y el águila acaba desplumada, sin garras y sin alas en el fondo de un profundo foso. El águila, al verse ante una muerte tan terrible, suplica a Shamash, quien le recrimina el sacrilegio cometido. Sin embargo, aunque el dios se niega a acercarse a ella, le vaticina que le enviará a un hombre, y que será él quien le preste ayuda.

La eterna lucha

Como decíamos antes, los símbolos que se usan en los mitos requieren una clave para interpretarlos adecuadamente, ya que la narración simple de los «hechos» míticos no basta para alcanzar a comprender la profundidad de la enseñanza encierran.

El águila representa la altura, lo celeste, el espíritu identificado con el Sol. Se asocia también a los dioses del poder y de la guerra en relación con el rayo, el fuego, la luz y el aire. Es también, en ocasiones, un mensajero de los dioses o de lo divino.

Por su parte, la serpiente representa la energía y la fuerza pura, por lo que una de las características más interesantes de este símbolo es que es ambivalente, ya que la fuerza y la energía no son malas ni buenas en sí, sino según el uso que se haga de ellas. Por eso es fácil encontrar a veces a la serpiente representando la maldad y la destrucción, pero también la sabiduría y la curación, como ocurre en el simbolismo asociado a Esculapio o Seraphis, capaz al mismo tiempo de curar y de matar. Es, asimismo, símbolo de las aguas, de la resurrección, del eterno retorno y del tiempo (como espiral sobre el cuerpo del Zurván iranio).

Serpiente y águila están asociados al árbol, ya que el águila necesita de sus ramas para posarse en este mundo, y la serpiente lo precisa para elevarse recorriendo verticalmente su tronco. El árbol es, por tanto, el símbolo que conecta el cielo con la tierra.

Simbólicamente, la enemistad entre el águila y la serpiente representa la lucha entre dos fuerzas opuestas: la materia y el espíritu; lo terrestre y lo celeste. No es raro encontrar imágenes en las que se muestra al águila dominando o devorando a la serpiente. Así, aunque ambos animales disponen de una simbología propia, juntos representan el necesario dominio del espíritu uno sobre la multiplicidad de la materia; un dominio imposible de conseguir sin lucha y sin el sacrificio de uno mismo.

Así, encontramos al águila que devora una serpiente sobre el nopal, en la antigua Tenochtitlán; al ave Garuda de la India como enemigo encarnizado de las serpientes o la visión que tienen los griegos en la Ilíada del águila devorando una serpiente, interpretado por Calcante como una señal de la victoria griega.

Historia de Etana

La representación de esta lucha es versátil, y no siempre vemos los mismos símbolos, pero sí los mismos elementos simbólicos. En Egipto no es un águila, sino Horus, el dios halcón, el que a veces aparece lanceando a la serpiente Apophis. Sin embargo, la representación más frecuente es la de Ra, el dios Sol, transformado en el «gran gato de Heliópolis» Miuty, el que hiere a Apophis, representante de las fuerzas maléficas del inframundo. Igualmente, encontramos a Apolo y a Heracles, ambas divinidades solares, que en el inicio de sus «aventuras» deben enfrentarse a una serpiente y matarla. En Mesoamérica, los nahuatl adoraron a la serpiente emplumada Quetzalcoatl, simbolizando la capacidad de lo celeste de sublimar lo terrestre, o de lo espiritual para elevar lo material.

La planta del nacimiento

Volvemos al mito. Mientras el águila se consumía de hambre y sed en lo más profundo del foso, Etana, rey de Kish, suplicaba a Shamash ayuda con un problema no menos grave que el del águila: no conseguía tener descendencia; esencial para dar continuidad al trono y cumplir adecuadamente con sus deberes como soberano. Etana reza para que el dios del Sol le muestre dónde encontrar la planta de los nacimientos, que le permitirá finalmente engendrar un hijo.

En esta ocasión Shamash tampoco interviene directamente, sino que le dice al rey que encontrará un águila en un foso, y que ella será la que le conduzca hasta la planta de los nacimientos. Etana se lanza a recorrer los caminos hasta que encuentra al águila, totalmente deshecha y a punto de morir de hambre y sed.

El rey comienza a alimentarla. Poco a poco le va devolviendo las fuerzas. Incansablemente le lleva alimentos y la ayuda a moverse y ejercitarse en el foso. Las alas vuelven a crecerle, al igual que las plumas y las garras. Etana enseña al águila de nuevo a volar y así, al octavo mes, el águila logra salir de su castigo y ofrece a Etana ayudarle en lo que necesite. El rey solo quiere una cosa: la planta de los nacimientos, así que el águila sube al rey sobre su lomo y se dirige con él a lo más alto del cielo, en busca de Ishtar, la señora del amor, la vida y los nacimientos. Después de una serie de vicisitudes, y a través de una serie de sueños proféticos en los que Etana y su esposa se ven rindiendo homenaje a los dioses, el águila interpreta que, para conseguir un hijo, Etana debe ir hasta el cielo del dios Anu (justamente, dios del cielo y rey de los dioses). De nuevo, montado sobre el lomo del águila, el rey emprende vuelo hacia los cielos, llega a la puerta de los dioses Anu, Enlil, Ea, Sin, Shamash, Adad e Ishtar, abren la puerta y pasan a través de ella.

Lista real sumeria

Aquí termina la historia. En realidad, no es que termine así. Los textos que hablan del mito están escritos fundamentalmente en tablillas de arcilla que han sufrido el paso del tiempo. Generalmente, están incompletas debido a que, físicamente, les faltan fragmentos o hay líneas dañadas. Conforme los investigadores van encontrando y traduciendo tablillas han ido completando las partes de la historia que falta en otras. Sin embargo, el final no está. No se sabe si finalmente el mito resuelve el problema sucesorio de Etana, aunque hay que presumir que sí, que una vez que águila y rey atravesaron las puertas del cielo, los dioses aceptaron la redención del águila y el valor de Etana, y le concedieron el don que tanto ansiaba. Y debió de ser así, ya que la lista real sumeria afirma que Etana fue sucedido en el trono por Balih, su hijo.

Bibliografía

Leyendas de la antigua Mesopotamia , de Federico Lara Peinado (Temas de hoy).

Therealsamizdat.com

Diccionario de símbolos , de Juan Eduardo Cirlot (Ediciones Siruela).

Antepasadosnuestros.blogspot.com

Cuneiform Digital Library Initiative ( http://cdli.ox.ac.uk/wiki/doku.php?id=sumerian_kings_list )

Oxford Editions of Cuneiform Text ( http://www.etana.org/sites/default/files/coretexts/20340.pdf )

Imágenes :

– Innana o Ishtar: Museo Británico

– Lista real sumeria: Museo Ashmolean de Oxford

– Prisma Weld-Blundell: Museo Ashmolean de Oxford

– Etana sobre el águila: «Albright and the Gods os Mesopotamia» de William W. Hallo. Biblical Archaeologist: Volume 56 1-4 2001 : 21. Print.

– Historia de Etana: Impresión en arcilla de un sello de la segunda mitad del tercer milenio a. C. (Museo de Berlín)

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