Culturas — 1 de enero de 2022 at 00:01

Reflexiones sobre el sentido de la vida

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sentido de la vida

Debemos cuestionarnos el sentido de la vida para cuando se nos desmonte la vida, lo cual puede ocurrir en horas, como hemos podido vivir en muchos casos en los últimos tiempos, en los que una pandemia mundial ha afectado a millones de personas.

En la antigua Aryavarta se usaba una sola palabra para decir «el sentido de la vida» (Shadana), el camino que nos lleva de retorno con nuestra alma inmortal. Si se pierde el sentido de la vida, solemos referirnos a ello como «perder el rumbo» y podemos llegar a vivir situaciones muy dolorosas y, en ocasiones, extremas, como el suicidio; por contra, si encontramos el sentido de la vida, llegamos a producir y encontrar lo que los sufíes llamaban «Baraka» (cargado de espíritu).

Según la Real Academia «vida» es «estado de actividad de los seres orgánicos»; de alguna manera, la materia orgánica, al moverse, manifiesta lo que entendemos como vida. Podemos decir que la vida es un elemento dinámico, que tiene movimiento, y en contraposición, diríamos que la falta de movimiento la podemos relacionar con la muerte, o si hay vida, esta estaría en estado latente, sin manifestarse. ¡Se queda muy corto!

La vida también es cambiante y está en evolución, pues busca adaptarse al medio que la rodea, al menos según las teorías de corte positivista.

Pero sería bueno intentar entender, con un poco de profundidad, el sentido o dirección de la vida, hacia dónde queremos dirigirla: ¿confort, felicidad, logros, amistad, amor, etc.? El hombre de hoy se encuentra con una sociedad que tiende a dirigir el sentido de la vida llevándole por un camino que promete felicidad a través del confort, la seguridad económica, la aprobación social, etc. Pero, en honor a la verdad, nos encontramos con que la mayoría de la gente que pone sus esperanzas para llegar a ser felices en estas cosas suele salir decepcionada; y no porque no sean valores que ayuden a conseguir la felicidad, sino porque no son los únicos que debemos tener en cuenta, ni son los más importantes.

Se hace necesario, entonces, variar nuestra escala de valores y ampliarla para poder entender el sentido de la vida. Es un ejercicio sano para cualquiera el escribir su escala de valores, para poder cumplir mejor con la máxima de «Conócete a ti mismo», tal y como se leía en el templo de Apolo en Delfos. Por ejemplo: Dios, dharma, plan divino, humanidad (en su más amplia acepción), ideales, paz, felicidad, amor, concordia, seguridad, familia, dinero, amistad… Cada uno debe reconocer cuáles son los suyos. Con ello, si conseguimos ser sinceros con nosotros mismos, podremos reflexionar y variar nuestro interior, para ajustarlo mejor a nuestra mejor versión de nosotros mismos.

¿De dónde viene y a dónde va la vida?

Para poder entender de dónde viene, tenemos que estudiar su manifestación, a ser posible desde sus primeros momentos, y así podremos entender con más profundidad a dónde va.

La vida se puede enfocar desde distintos puntos de vista, como la ciencia o la filosofía, por citar algunos. Así, la ciencia busca el conocimiento físico de las causas. Aunque se conoce mucho sobre la vida desde el punto de vista científico, es algo que aún está en desarrollo, por lo que los nuevos descubrimientos van cuestionando los viejos dogmas de la misma ciencia y permitiendo la reelaboración de nuevas teorías. Por su parte, la filosofía plantea la búsqueda del conocimiento de las esencias. En cualquiera de los casos, es necesario un profundo y sincero ejercicio de reflexión que nos permita avanzar sin caer en posturas dogmáticas.

sentido de la vida

Como nos señalan algunos filósofos, si vemos una casa ordenada de forma armónica y útil, pensaremos que está así por la acción de una «mente» que diseñó ese orden. El universo es tan complejo y ordenado que sería totalmente absurdo pensar que está colocado así por la adaptación al medio, al igual que si viéramos una casa con sus luces, aparatos electrónicos, etc., pensáramos que todo eso fue producido por golpes de viento que hicieron que las cosas se ordenaran de forma tan especial. Casi todas las culturas antiguas consideraban que la causa de este orden en el mundo era la ley universal; la vemos explicada en el famoso Dharma hindú, que sirve para devolvernos «al centro» cuando nos salimos del «sendero»; lo vemos en el Li de Confucio como «orden universal en nuestro mundo», en el Tao de Lao Tse, en la regla de Maat egipcia o en los imperativos categóricos de Kant.

Uno de los filtros que nos sirve para detectar una idea que puede ser importante es cuando la vemos reflejada en distintos pueblos de distintas épocas, que no tuvieron relación entre sí, pero llegaron a una misma conclusión. Para comprender un poco mejor el funcionamiento de nuestro universo, podemos resumir cómo funciona según la mayoría de las creencias a las que llegaron los distintos pueblos: El pensamiento es el motor ordenador del cosmos, el sentimiento es el combustible que da impulso a la idea ordenadora y la acción es el movimiento que se produce por el pensamiento y el sentimiento, que da como resultado la plasmación.

De ahí la máxima «La raíz del universo es mental» (Kibalión), o si queremos ir a filósofos más actuales, «Pienso, luego existo», de Descartes, que también podemos traducir, quizás de modo más acertado, como «Pienso, luego soy».

Microcosmos y macrocosmos están regidos por las mismas leyes universales («Así es arriba como es abajo»). Así que nuestro mundo, y nosotros como parte de él, nos regimos por las mismas leyes. Y debemos tener estas leyes en cuenta a la hora de planificar el sentido de nuestra vida.

En el «sentido de la vida en el hombre», lo fundamental es vivir cosas fundamentales y no dejarse llevar por la corriente del tiempo sin buscar que nuestra vida sea algo esencial. Vale más un minuto vivido con trascendencia que un año de la vida de un hombre que se dedicó a llenar las horas, simplemente buscando no aburrirse. La gente rellena su tiempo con cosas para llenar un vacío; hay que preguntarse el para qué y hacia dónde de nuestras acciones, de manera que estas tengan sentido de la finalidad. Quien varía los intereses de la vida hacia algo más valioso que el confort, la seguridad económica y la aprobación de los demás vivirá más y mejor; «Yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a ellas no me salvo yo», como decía Ortega y Gasset.

Una de las claves para una vida correcta, con sentido y que no nos aburra es entender que solo hay una cosa que no cansa nunca, por más que la ejercitemos: aprender; porque es siempre nuevo y nos va completando, a la vez que vemos también de forma más completa el universo.

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