Sociedad — 28 de febrero de 2018 at 23:00

El futuro de los jóvenes: una pieza del engranaje económico

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La tentación de abrir un libro y aproximarlo a la cara es irreprimible para cualquier lector. Su perfume ya sugiere la cercanía de unas emociones, sentimientos y reflexiones que, sin importar la época y el lugar en el que hayan ocurrido, desvelan la universalidad de la condición humana. Es el anticipo de un idilio, la posibilidad de conocer otras vidas y otros escenarios.

«El libro es una extensión de la memoria y la imaginación» (J.Borges).

Leer un libro es una invitación que suelen brindar por primera vez ese hombre o esa mujer que, custodiados por un pizarrón negro, se deslizan entre las filas de las mesas de las aulas mientras, con una voz sugerente, adentran a los alumnos en el infierno, el purgatorio y el paraíso por el que transita Dante, los sorprenden con la transformación de Gregorio en un insecto o los invitan a caminar por el Macondo de los Buendía. Es el acceso a un universo que los cambios promovidos por las autoridades del sistema educativo comienzan a dificultar.

Más cambios en la rama humanística

A la rama humanística le sigue tocando adaptarse a los cambios. A la exclusión de la Filosofía como asignatura obligatoria le sigue los pasos la Literatura universal. Afortunadamente, la alarma que generó la posibilidad de su desaparición de la malla curricular no fue más que eso, una alarma. No desaparece, pero sí deja de contar para la prueba de ingreso a la universidad: la optativa de segundo de bachillerato de Literatura pasa a ser de primero de bachillerato.

Esas lecturas obligadas que los estudiantes recién empezaban a apreciar a partir de la mitad del libro, o tras debatir en el aula su interpretación, van a seguir estando, pero se van a impartir a una edad más temprana. Es decir, que el trabajo de engancharlos a los universos de Kafka, García Márquez y Dante, entre otros, va a ser más arduo. Una decisión que, sumada a la falta de peso que la asignatura va a tener en el currículo de los estudiantes, parece condenar a la literatura universal al arrinconamiento.

Los conocimientos prácticos se imponen

La intención de cubrir las necesidades futuras de la sociedad está buscando propiciar una transformación en la educación. El porvenir de los jóvenes, según las autoridades del Ministerio de Educación, promete ser más auspicioso si su aprendizaje se centra en los conocimientos prácticos y se adapta a las nuevas tecnologías. La inteligencia artificial y los avances tecnológicos están revolucionando el mercado laboral, argumentan. Un panorama que demanda brindar a los estudiantes una orientación profesional y que exige, por lo tanto, reforzar los conocimientos que faciliten su incorporación al ámbito laboral.

Es este un criterio que parece seguir los pasos de países como Japón, Estados Unidos y Gran Bretaña. Para fortalecer una vocación educativa más práctica que anticipe las necesidades de la sociedad, el Gobierno japonés ha propuesto cerrar las puertas de veintiséis de las sesenta facultades con orientación humanística o reducir sus cursos en estas materias. El Gobierno norteamericano ha echado mano del yugo económico para desmotivar a los jóvenes cuya vocación se perfile por el camino de las letras, recortando e incluso eliminando los subsidios para estas carreras, una estrategia que apunta a fortalecer los estudios que solo sirven en función de sus salidas laborales.

La palabra que no va a perdurar

El nacimiento de la literatura surgió de la necesidad de preservar y transmitir la identidad, tanto colectiva como individual, de generación en generación, una condición inherente al ser humano que, a lo largo de su existencia, en un intento de expresar el mundo que le ha tocado vivir, ha buscado dejar constancia de la historia de lugares,  épocas y sociedades.

En esta disciplina encontramos el archivo donde se descubre la aceptación o el rechazo hacia las ideologías o valores con los que los autores convivieron. Una fuente de conocimientos, pero también el semillero de los cuestionamientos que de alguna forma contribuyeron y siguen contribuyendo al desarrollo de la humanidad.

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La literatura es esa herencia cultural que permite ampliar los mundos personales, que ayuda a entender el mundo, que cuenta, que da respuestas y suscita preguntas, una herramienta revolucionaria que despierta mentes, las abre al conocimiento, las empuja a pensar y les brinda la posibilidad de conocer tiempos anteriores en los que se pueden vislumbrar las claves para mejorar el hoy.

Estas son razones que, sin embargo, no parecen ser suficientes para dar a la literatura la relevancia necesaria en el campo educacional, una postura que obliga a cuestionarse esa intención de ponerle fecha de vencimiento a la validez de la expresión artística de las ideas y pensamientos a través de la palabra en el desarrollo educativo y social de los jóvenes.

La vinculación del avance tecnológico con la formación humanística

Los avances tecnológicos están marcando un antes y un después en la historia de la sociedad. La adaptabilidad es necesaria. Sin embargo, los motivos para arrinconar las humanidades en el empeño de preparar profesionales que respondan a los desafíos que esta está imponiendo no coinciden con la opinión de algunos desarrolladores en la materia.

En su presentación del iPad, Steve Jobs declaró que «es la tecnología que se fusiona con las artes, la que se casa con las humanidades, la que produce los resultados que en Apple realmente nos entusiasman». Una opinión que coincide con la de Damon Horowitz, director en Ingeniería y Filosofía en Google. Este experto en ingeniería artificial cuenta que su decisión de estudiar Filosofía apareció cuando descubrió que algunas preguntas que surgían en el proceso de investigación tenían un carácter filosófico, ya que implicaban cuestiones relacionadas con la naturaleza del pensamiento, la estructura del lenguaje y su significado. De hecho, el MIT (InstitutoTecnológico de Massachusetts) ha señalado que la falta de contexto cultural genera obstáculos en muchos de los proyectos de ingeniería, motivo por el que materias como Literatura y Filosofía son obligatorias en la malla curricular de sus alumnos.

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Este es un criterio que están teniendo en cuenta algunas empresas vinculadas con el desarrollo tecnológico, entre ellas Google. La certeza de que el crecimiento tecnológico está vinculado al aporte de conocimientos humanos ha propiciado la demanda de profesionales que hayan tenido una formación humanística. Pero entonces, ¿por qué ese empeño en convencer de la inutilidad de los conocimientos humanísticos?

El pensamiento crítico: esa espina que molesta

El mundo ha evolucionado por unos caminos que hasta hace no tanto tiempo hubieran parecido propios de una secuencia de alguna película de ciencia ficción. La tecnología se ha impuesto y la celeridad de sus transformaciones exige adaptar y preparar no solo a los jóvenes, sino a toda la sociedad. Es un trayecto de una sola vía en la que no parece tener lugar un retroceso, una realidad que, sin duda, reclama cambios en la educación: los jóvenes necesitan contar con las herramientas que les permitan desenvolverse cuando se incorporen al mundo laboral.

Sin embargo, el camino que están buscando imponer con estas modificaciones parece responder más a conveniencias mercantiles que a la importancia de formar individuos con pensamiento crítico. Ortega y Gasset afirmaba que las humanidades son tan necesarias que sin ellas las personas y la sociedad van a la deriva, sin comprenderse a sí mismas y, por tanto, sin poder ejercer su libertad. La formación humanística incentiva la capacidad de comprender la realidad e interpretarla, de poder reflexionar sobre el mundo que nos rodea y sobre las propias contradicciones humanas.

El empeño en medir la formación en términos de rendimiento económico amenaza los beneficios en términos de valores y conocimientos que aportan estas enseñanzas. La pérdida del sentido y de la importancia de la formación individual apunta a colocar a los jóvenes en cintas transportadoras cuyo destino es convertirlos en herramientas, en instrumentos económicos. Un futuro al estilo de 1984 , de George Orwell, o Un mundo feliz , de Aldous Huxley, dos novelas de ciencia ficción escritas hace más de medio siglo que confirman la capacidad visionaria que tuvieron estos dos escritores sobre el destino de la humanidad si se le suprime cualquier intento de pensamiento crítico.

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One Comment

  1. Alexandra Solano Céspedes

    Ciertamente , expresas con rigor y acertado estilo literario , en tu ensayo , un tema candente que contribuye , sin duda , al desarrollo sostenible de lo humanístico
    Y es que sin ése fundamento , no podrá evolucionar la civilización
    Hay que debatir en los Foros de desarrollo sostenible ,que la ciencia mientras se base en lo humanístico , será útil para la supervivencia de la especie humana
    Saludos , mi querida sobrina hispanouruguaya
    De tu tía en Alicante
    Con amor y desde lo hispanocostarricense

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