Sociedad — 11 de septiembre de 2007 at 07:30

Ni un solo coche en el mundo, por un día

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El próximo día 22 de septiembre se celebra el día mundial sin coches, que surge para concienciar de la necesidad de un transporte urbano más racional y que no colapse nuestras ciudades.

Además, la creciente conciencia ecológica despertada gracias a las noticias sobre el calentamiento global en los mass media y el documental-película de Al Gore Una verdad incómoda hace que el tema sea cada vez de mayor actualidad. Y todo lo anterior estaría muy bien si no fuera porque aparte de la efervescencia momentánea en la que veremos a políticos, alcaldes, diputados y demás personajes acudir al trabajo en autobús, metro o incluso en bicicleta, con tal de salir en la foto y dar imagen de responsabilidad ecológica, el día mundial sin coches no suele tener demasiada continuidad, y un solo día al año no es una solución viable.

LA EMISIÓN DE CO2 AFECTA A LA CONVIVENCIA
En la página web del IDAE (www.idae.es) se puede consultar información sobre las emisiones de CO2. Aunque existe un compromiso de los fabricantes de coches para reducir las emisiones de CO2 un 25% por vehículo con respecto a las emisiones de 1990, llegando a niveles medios de 140 g/km., también es verdad que el parque automovilístico en España se ha multiplicado por dos desde ese mismo año. Ello hace que las emisiones del gas invernadero por excelencia estén en continuo aumento. Existe, además, otro problema, y es que dada la densidad del tráfico urbano, los vehículos deben moverse lentamente y en marchas cortas, lo que duplica las emisiones de CO2 respecto a la conducción normal.

Otra consecuencia del masivo uso del vehículo privado lo sufrimos cotidianamente todos los que vivimos en ciudades de tamaño medio, y es la búsqueda de un ¿lugar donde aparcar nuestro coche. Con unos 20 millones de vehículos en España, los lugares de aparcamiento no crecen con la misma rapidez, lo que añadido al problema de que los lugares de trabajo están cada vez más alejados de los de residencia, encontrar un aparcamiento en una ciudad de tamaño medio en hora punta es una auténtica odisea, que consume cerca del 25% del tiempo de conducción del vehículo, creciendo las emisiones contaminantes, que provocan, paralelamente, estrés psicológico en los conductores, y aumentan la agresividad pública y privada, haciendo la convivencia cada vez más difícil.

El vehículo privado comercial de principios del siglo XX comenzó siendo una panacea que resolvería los problemas de transporte de la humanidad, y actualmente parece más una carga pesada que debe soportarse que una solución eficaz para los problemas de transporte privado. Como alternativa surgen las campañas de concienciación para el uso del transporte público, donde se nos informa que los problemas de aparcamiento desaparecen, las emisiones de gases contaminantes por viajero y kilómetro recorrido se reducen un 80%, el trayecto se hace muy cómodamente, etc. Lo que no se suele decir es que el tiempo del trayecto se multiplica por dos, lo que hace que un trabajador que en su turismo tarda cerca de una hora en llegar a su lugar de trabajo, incluido búsqueda de aparcamiento, con el uso del autobús, metro o bicicleta el tiempo medio es de más de hora y media. No parece una buena solución al problema del transporte, y hace que el transporte público se utilice únicamente si no hay más remedio.

Estamos demasiado acostumbrados a recibir continuas campañas de información o de impacto público, y pensamos que las soluciones las deben aportar los políticos, los empresarios, los poderes públicos, el vecino de enfrente, en definitiva, los otros. Sin un firme compromiso individual se hará imposible solucionar éste o cualquier otro problema que surja.

Una alternativa que no suele recibir demasiada publicidad es la de compartir coche. Según datos sociológicos de la UE, el 25% de los ciudadanos europeos comparte su vehículo habitualmente. En España, el porcentaje disminuye hasta el 10%. Estas son fuentes de la DGT, y se pueden consultar en su página web. Se puede apelar al tradicional individualismo español, pero el calentamiento global y la contaminación física y psicológica no entienden de nacionalidades. Hacen falta soluciones globales, y si esperamos pasivamente que las aporten los poderes públicos no es suficiente. El individuo debe tomar protagonismo, perdiendo el miedo a relacionarse con los demás, y aceptando algunos sacrificios para que el planeta y nuestra mente puedan volver a gozar de buena salud. Todos saldremos ganando.

 

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